Redacción
Las mujeres que se involucran en la lucha ambientalista en México enfrentan una doble lucha, más allá de la activista: verse obligadas a “subir dos rayitas” (elevar) su tono de voz para que sean escuchadas por sus compañeros hombres.
Así lo sostiene Martha García Juárez, presidenta de la organización Guardianas del Conchalito, radicada en La Paz (norteño estado de Baja California Sur), en declaraciones a los medios tras visitar la ensenada de la capital estatal, una bahía históricamente rica en moluscos y, durante muchos años, convertida en un vertedero.
“Tenemos que hablar más fuerte para que nos escuchen. Le tenemos que subir dos rayitas”, denuncia, contundente, aunque rechaza “revictimizarse” por el doble escollo que la misma lucha ambientalista comporta por ser mujeres.
Las Guardianas del Conchalito se erigió como colectivo el pasado mes de marzo, aunque sus orígenes se remontan a 2017, cuando una quincena de mujeres entraron en la Organización de Pescadores Rescatando la Ensenada (OPRE), que recibe el apoyo de Noroeste Sustentable (NOS) y la organización filantrópica Innovaciones Alumbra.
“14 mujeres entramos y ganábamos la tercera parte de nuestros compañeros, con el mismo horario”, recuerda García, quien añade que esta discriminación también se vivía en sus hogares.
“Desde ahí empezamos nuestra lucha”, subraya, ya que tenían que “quedar bien” con sus maridos y sus hijos para “ganarse el derecho” de ir a trabajar.
Sin embargo, García, acompañada de la también guardiana Ruth Aracely Méndez, pone por encima de cualquier dificultad la satisfacción de que las nuevas generaciones tomen ejemplo de ellas y se involucren en el ambientalismo: en su caso, cultivando moluscos endémicos de la zona y fortaleciendo el tejido asociativo.
“Que en otras comunidades entiendan que vas a llorar, a sufrir y a padecer, pero que vale la pena que nuestros hijos se sientan orgullosos de nosotros, que diga su hija ‘quiero ser como mi mamá’”, apela.
Las Guardianas del Conchalito trabajan para proteger uno de los tesoros naturales de Baja California Sur, sus manglares, amenazados por el creciente turismo y la sobreexplotación en esta zona del Mar de Cortés, considerado el acuario del mundo.
“No querían meternos a la organización por ser mujeres”
Encima del bote que recorre la ensenada, García rememora el arranque de su batalla “con mucho orgullo”, momento en el que “tal vez” las mujeres pescadoras “no sabían cómo expresar su sentir”.
“Porque ni nosotras nos creíamos parte del sector, y no querían meternos a la organización por ser mujeres”, rememora.
De hecho, sienten que su presencia en las organizaciones tanto laborales como activistas es una mera cuota, “como relleno”, asegura, por lo que colaborar “en la cadena” con los compañeros pescadores “no ha sido fácil”.
Y aunque “entiende” las resistencias masculinas a la incursión de las mujeres en un sector históricamente bloqueado a ellas, destaca la “suma importancia” de su rol en el buen funcionamiento de las colectividades.
“Ahora nos ven con gusto y orgullo. Nuestros esposos, que tenían miedo de que nos enfrentáramos a muchas cosas, (…) ahora andan con nosotras”, celebra.
Después de los primeros obstáculos, García se enorgullece de la “comunidad organizada” que se ha tejido alrededor del mar y de su preservación.
“Sí tenemos una concesión (de pesca), pero no llegamos a esta estabilidad económica y, a las mujeres, nos daría algo muy importante: la estabilidad emocional”, advierte.
Guardianas del Conchalito les ha aportado este equilibrio interior y les ha permitido exportar su ejemplo a otros rincones de México.
Esta “red muy chingona de apoyo”, a la que se suma al programa de becas ofrecido por NOS, ha revitalizado la visión de las personas jóvenes hacia los oficios tradicionales relacionados con el mar.