Cincuenta años del Concorde en México / Por Jhad

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Cuentan los vecinos más longevos de las colonias aledañas al AICM que hace algún tiempo, los sábados y los domingos eran días de fiesta para muchas de las familias de la capital que acudían gustosas a los miradores que se ubicaban sobre la avenida hangares de la colonia Federal.

El motivo principal era observar muy de cerca los despegues y aterrizajes de los aviones que adornaban la zona con majestuosidad inmensa. Esa era la dinámica cada fin de semana.

Pero hubo un momento en que esta atracción se convirtió en un fenómeno más notable debido a la llegada de un poderoso visitante que decidió surcar el espacio aéreo mexicano por un periodo de tiempo muy corto.

Era un visitante hermoso cuya figura parecía un ave gigantesca con pico pronunciado y alas incrustadas en el fuselaje. Era un gigante de acero al que todo mundo quería ver. Era admirado en todo el mundo. En México también.

La primera vez que voló sobre cielo azteca fue el 20 de octubre de 1974. El espectáculo que ofrecía al verlo era proporcional al ruido que emergía de aquel impresionante avión.

Su llegada al país causó una emoción indescriptible a los miles de amantes de la aviación que abarrotaron todos los espacios posibles donde se pudiera apreciar su impresionante figura.

La misión general de este vuelo era promover entre empresarios los viajes transcontinentales para poder realizar negocios atractivos entre ellos. Fue el inicio de una aventura que desafortunadamente duró muy poco tiempo.

Sin embargo y después de ese gran recibimiento, y con las expectativas de que el poderoso Concorde volviera a México, el 21 de septiembre de 1978, el avión supersónico de Air France aterrizó por segunda vez en nuestro país luego de que la empresa estableciera de manera permanente la ruta París-Washington-México.

Con esta apertura, de nueva cuenta el cielo mexicano tenía un visitante de lujo. Sin embargo, los altos costos que representaba la operación y la falta de clientes mexicanos para ocupar esa ruta, provocaron que la aerolínea decidiera suspenderla definitivamente el primero de noviembre de 1982.

El famoso pájaro blanco tenía una capacidad para transportar a cien pasajeros. Medía once metros de altura y sesenta y ocho metros de largo. El ancho del fuselaje era de dos metros noventa centímetros.

Ocho neumáticos en la puerta trasera y dos al frente formaban el tren de aterrizaje. La tripulación consistía de dos pilotos, un ingeniero de vuelo y seis azafatas. Su peso aproximado era de 68 mil, 698 kilogramos.

Aunque dejó de volar en México al principio de los años ochenta, su veloz carrera se detuvo hasta el 24 de octubre de 2003 cuando realizó su último viaje cubriendo la ruta Nueva York a Londres, operado por British Airways.

Este 20 de octubre se cumple medio siglo de la llegada del Concordia a México, un pájaro de acero que enamoró a los amantes de la aviación del mundo, y que tuvo en nuestro país una singular historia que aún es recordada por los miles de testigos que acudían en familia a los miradores del Aeropuerto Internacional Benito Juárez Ciudad de México para disfrutarlo con plena alegría. Sí, como en un día de fiesta.